El buen ruido.

No entiendo por qué es así conmigo. No entiendo por qué me besa en la mañana a pesar de mi posible mal aliento y por qué me acaricia el pelo hasta que duermo. No lo entiendo, de veras. Mi terapeuta dice que debo dejar de buscar una explicación a todo, que tengo que empezar a aprender que no todo tiene justificación y que muchas veces los motivos se desconocen. Eso tampoco lo entiendo. ¿Cómo no morirme de intriga al desconocer el origen que confecciona sus impulsos?
El contraste de sus párpados negros y ojos penetrantes con su boca roja me desespera, siento que si no la beso estaría cometiendo un pecado. Besarla también lo es, porque me lleva a pensamientos indebidos que deberían estar prohibidos en el cielo al que, sabemos, ninguna de las dos va a ir. Ni queremos hacerlo tampoco, el cielo es para ineptos. Mi cielo es mi boca en su cuello y un gemido en su garganta. Mi cielo es el abrazo entre la muchedumbre que nos traslada a a una falsa realidad, donde sólo estamos las dos y un sin fin de caricias. No necesito otra cosa que su menuda figura entre mis brazos, a la que pueda amar y corromper.
Ella dice que su felicidad está en mi voz leyéndole a Bukowski, que contra lo único que vale la pena luchar en esta vida es contra la cortina negra que hace mi pelo entre su rostro y mi rostro. Dice que no le importa atravesarla, romperla, despeinarla, si del otro lado está mi boca.
Sé que me gustaría derretirme bajo su cuerpo y sé que a ella le gustaría, y que no le molestaría que The Cure suene de fondo. Sé que piensa lo que yo pienso en el mismo momento, sé que seríamos perfectas actrices en alguna película de asesinas seriales - y que actuaríamos desde lo más profundo -. Sé por qué la amo, y es porque no es una mujer corriente. Sé que no busca lo común y que entiende la soledad, y que Bukowski la utilizaría como musa para miles de poemas que me pondrían celosa. Me ha dicho que, por momentos, soy capaz de robarle el alma, que adora los puntos en mi cara que ella llama pecas y yo llamo desgracias, que por mis palabras es capaz de creer cualquier cosa.

Me ha dicho que quiere curarme el alma, porque ha visto los agujeros negros que hay en ella y no se ha acobardado. Dice que me cicatrizará con abrazos, besos, y muchísimo sexo. Yo sólo pienso que es perfecta. Y sigo sin entender cómo la vida, que es tan puta y nos acribilla constantemente, decidió tener un acto de bondad y cruzarla en mi camino.

- ¿Por qué yo? - le he preguntado.
- Porque no esperas que te ame, sólo estas ahí para darme lo mismo que yo a vos. Sin esperar nada a cambio. Porque al final del día, todo es igual excepto verte, excepto hablarte. Sos de otro mundo. -

No es necesario decir qué hice con ella después de esa respuesta, sólo diré que The Cure dejó de escucharse camuflado por los ruidos de algo más. Nuestros ruidos, el buen ruido.