La película que nunca vi

Los imaginé juntos decenas de veces. 

Solía preguntarme

si eso estaba mal.

Atravieso un goce masoquista 

al armarme escenas 

donde esas bocas tan ajenas 

se relamen y se muerden. 

Imágenes estáticas 

donde manos 

que jamás presencié unidas 

se tocan y se aprietan. 

No me duele. 

Ya no, al menos. 

Ahora los imagino

y siento una felicidad extraña. 

Es tenue, 

pero inconfundible. 

Me invento sus viajes, 

sus noches de intimidad, 

sus bromas internas. 

Sueño con sus conversaciones,

veo sus fotos juntos en mi mente.

Visualizo sus promesas,

esas del para siempre

y más allá.

Los pienso

como si fueran los protagonistas 

de la película de amor 

que nunca vi, 

pero que me spoilearon.