Enredados en la telaraña del mundo

Es lindo, ¿sabes?

Tiene esta tendencia a tocarse el labio inferior con las uñas de los dedos pulgares, entrecruzando las manos delante de la cara. Cuando hace eso, es difícil no quedarse mirándolo. No busca llamar la atención, no quiere ser mirado, de hecho, creo que intenta lo contrario. Me imagino que, en un escenario, huiría de todos los focos blancos. Cuando hace eso, siento que está discutiendo con sus pensamientos. Se enreda como una mosca en la telaraña del mundo.

Ya me descubrió y no me oculté. No tengo por qué hacerlo. Estoy en otra provincia, lejos de todas las raíces que me atan a ese sentimiento llamado pudor. En cambio, y tal vez por la altura sobre el nivel del mar, me siento más cerca de los impulsos que nunca.

Una voz en mi cabeza susurra: ¿Por qué no?

La escucho.

La escucho creyendo que no tengo nada que perder. Es increíble cómo a veces jugamos con todas nuestras fichas y cómo a veces, en cambio, nos reservamos otras tantas. ¿Cuántas oportunidades tendré para arriesgar y jugar? Arriesgar y perder, arriesgar y ganar.

Es lindo, ¿sabes?

Atesoro los escasos momentos en que abre la boca para hacer una acotación sobre la situación que se desenvuelve. Es ingenioso. Tiene esa habilidad de pinchar al resto sin cizaña, como quien mete un dedo en el agua caliente esperando que esté lista pero que no le queme. Y por eso, así como lo introduce, lo retira.

Hace eso en cada burla.

Me hace reír a cada rato, aunque bien puede ser mi predisposición. Dibuja en mi boca sonrisas calmas que permanecen curvándome los labios por largos segundos.

Es lindo, sí.

Pero no es como vos.

Lejos está de dar vuelta el mundo como lo conozco. No me hace temblar mientras espero su respuesta. No me hace gritarle al teléfono. No me pone a hacer playlist cuyos nombres están errados porque buscan disimular. No me hace hablar una hora sobre él en terapia. No me hiere el ego con su posible rechazo. No me hipnotiza escucharlo hablar sobre lo que le apasiona, porque eso no le pasa. No es impulsivo. Ni bocón. Ni orgulloso.

Nada de todo eso que te define a vos.

Es lindo, sí. Yo sigo esperando que me leas un cuento.